«La
“tercera posición” historiográfica: socialización política,
doctrina y antigüedad clásica durante el primer peronismo»
Intro
Desde
la Revolución Francesa en adelante, existió una fuerte tendencia de
distintos regímenes políticos con tintes nacionalistas, de utilizar
a la Historia de la Antigüedad clásica como proveedora de exempla
en busca de una lejana legitimidad ideológico-política.
Partiendo
de Moses Finley y Luciano Canfora, muchos fueron los especialistas
que se encargaron de estudiar esta simbiosis entre política moderna
y clasicismo. Pero a pesar de su amplitud, por diversas razones,
estos estudios quedaron injustamente confinados al contexto de
algunos países europeos, pasando por alto el influjo que la trama
cultural del mundo antiguo ha ejercido en la tradición política de
algunas naciones latinoamericanas.
En
un intento de reparar la mentada ausencia para el caso argentino, en
el presente trabajo, rastrearemos la existencia y utilización de la
Historia Antigua grecolatina en el discurso del peronismo
“histórico”, en otras palabras, intentaremos vislumbrar el rol
jugado por el clasicismo como herramienta de socialización política
del ideario del gobierno encabezado por Juan Domingo Perón durante
su primera etapa como presidente de Argentina. Para ello,
analizaremos las clases impartidas por Perón y su esposa, Eva
Duarte, en la Escuela Superior Peronista: la instancia educativa no
formal más importante del gobierno para la transmisión de su
doctrina.
Presentación
(…)
el mundo antiguo ha tenido una influencia decisiva en mi carácter
(…) no lo necesito disimular: Tácito, Julio Cesar y Salustio, se
encuentran en todas mis respuestas.
Juan
Domingo Perón
I
La
utilización ideológica y política de la historia, es una
característica inherente a los nacionalismos en cualquiera de sus
formas. Así se demostró en el convulsionado contexto mundial de
entreguerras, y luego, en el de post Segunda Guerra Mundial. En esos
tiempos de crisis política, económica e ideológica del capitalismo
liberal, y de ascenso -en algunos países- de regímenes políticos
profundamente nacionalistas con una fuerte intervención estatal en
todos los aspectos que hacen a la vida en sociedad; se potenció el
uso de la historia como herramienta de adoctrinamiento y formación
de las masas. Como sugiere Antonio Duplá (2002), nos encontramos
ante una concepción militante y agresiva de la historia y de su
enseñanza.
Durante
el mencionado proceso histórico, las clases intelectuales y
políticas de diferentes Estados Nacionales de ese mundo occidental
sumido en una época de profundos cambios, entendieron la necesidad
de revisar desde originales perspectivas la historia de sus propios
orígenes en busca de nuevas fuentes de legitimación. Así fue que
siguiendo una tendencia que había comenzado durante la Revolución
Francesa y el dominio napoleónico, entronizaron a la Historia de la
Antigüedad clásica como la encargada de proporcionar exempla,
practicando,
como afirma Luciano Canfora (1991), un verdadero “culto de la
antigüedad”.
En
este contexto hay que situar las íntimas relaciones entre el
clasicismo y el nacionalismo fascista, ya que en este tipo de
regímenes políticos, la Antigüedad clásica funcionó como una de
sus matrices culturales. A este respecto, son elocuentes las palabras
de Adolf Hitler en Mein
Kampf propugnando
por una educación básica predominantemente clásica:
(…)
no debemos apartarnos, en la enseñanza de la Historia, del estudio
de la Antigüedad. La Historia de Roma, correctamente entendida en
sus grandes líneas, es y seguirá siendo la mejor enseñanza, no
sólo para el momento presente, sino también para cualquier época.
Y también el ideal cultural helénico debe ser conservado en su
modélica belleza (…) (citado en Duplá, 2002)
II
Al
ser una de las variables principales de la politización cultural
fascista, la tradición clásica, fue entendida por muchos estudiosos
como un arma al servicio de la reacción, como profundamente
conservadora y elitista. Esta concepción, se vinculaba estrechamente
a un hecho antagónico de un alto significado ideológico: la
ordenación académica posterior a la Revolución Bolchevique que
suprimió la enseñanza de la Historia Antigua grecorromana en los
programas de las Escuelas Superiores soviéticas por considerarla
contraria a los valores y principios revolucionarios (Canfora, 1991).
Entre
estos dos caminos contrapuestos, en lo que entendemos como una
especie de “tercera posición historiográfica”, se halla el tema
de estudio del presente escrito: la interpretación y el uso que se
efectuó del clasicismo durante el proceso de socialización
político-cultural llevado a cabo por los primeros gobiernos
peronistas en Argentina. De este modo, distanciándose de la
eliminación que llevaron adelante los bolcheviques y del
conservadurismo reaccionario que le imprimieron los fascistas, el
peronismo intentó brindarle un carácter popular y progresista a la
Historia Antigua europea.
III
Más pronto que tarde, el peronismo comprendió que la permanencia en el mediano y largo plazo de las ideas centrales de su proyecto político nacional, necesitaba de una ardua tarea de “subversión cognitiva” (Somoza Rodríguez, 1997), es decir, la reeducación de la sociedad argentina en un nuevo imaginario. Para tal fin, Perón concibió la llamada Doctrina Justicialista. La doctrina1 perpetrada por Perón, tendrá en cuenta como un contenido importante de socialización política a la Historia de la Antigüedad Clásica.
Más pronto que tarde, el peronismo comprendió que la permanencia en el mediano y largo plazo de las ideas centrales de su proyecto político nacional, necesitaba de una ardua tarea de “subversión cognitiva” (Somoza Rodríguez, 1997), es decir, la reeducación de la sociedad argentina en un nuevo imaginario. Para tal fin, Perón concibió la llamada Doctrina Justicialista. La doctrina1 perpetrada por Perón, tendrá en cuenta como un contenido importante de socialización política a la Historia de la Antigüedad Clásica.
Desde
la principal institución difusora de la Doctrina Justicialista, la
Escuela Superior Peronista, se introdujo una novedosa interpretación
auténticamente peronista de la Antigüedad Clásica, que aportará
experiencia histórica a las nuevas necesidades políticas.
Para
rastrear esta cuestión, en el presente trabajo utilizaremos los
principales seminarios dictados por el General Perón y su esposa,
Eva Perón, en la Escuela Superior Peronista.
IV
Por diversas razones, en nuestro contexto académico los especialistas en el área del mundo antiguo nos vemos muchas veces obligados a realizar “seguidismo” de las producciones historiográficas efectuadas en el exterior, principalmente en Europa. Allí observamos que desde hace varios años vienen ganando terreno interesantes investigaciones referidas al uso que hicieron de la tradición clasicista diferentes regímenes políticos modernos2. Por lo tanto, aquí es donde reside el origen de la principal motivación que nos empujó a llevar a cabo este estudio: que la mencionada temática no quede injustamente confinada a ser explorada solo para el caso de algunos países europeos, rescatando el influjo que la trama cultural del mundo antiguo ha ejercido también en la tradición política local.
La
Antigüedad Clásica como maestra de vida en la Escuela Superior
Peronista
I
La
Escuela Superior Peronista fue inaugurada a principios de 1951 en la
ciudad de Buenos Aires con una clase magistral del General Perón,
quien al igual que su esposa, Eva Duarte, dictaron varias en los
meses siguientes.
La
institución se propuso el logro de cuatro objetivos esenciales para
la consolidación del peronismo: Desarrollar y actualizar la
doctrina; inculcarla y unificarla en la masa, formar los cuadros
justicialistas y trabajar para la formación de los conductores del
Movimiento.
La
institución tuvo un órgano de difusión oficial: la revista Mundo
Peronista.
La revista estaba dirigida de manera directa al “pueblo peronista”,
es decir, que como primera medida pretendía reafirmar el “peronismo
de los peronistas”; Sin embargo, también se preocupó por
articular diversas estrategias indirectas de difusión doctrinaria y
propaganda que pudieran llegar a toda la sociedad argentina.
La
Escuela Superior Peronista fue inaugurada en una coyuntura que
buscaba la reducción de los imaginarios múltiples que el momento
fundacional del peronismo había permitido y aceptado en la búsqueda
de apoyos múltiples y heterogéneos. Por eso, la misma, para 1951 se
erige en el espacio de construcción de los mensajes legitimados de
lo que es y debe ser el peronismo (Berrotarán, 2008).
II
Los
cursos que dictaron el General Perón y Eva Perón en la Escuela
Superior Peronista, fueron
publicados por partes en los distintos números de la revista Mundo
Peronista; y
posteriormente, una vez creada la editorial homónima,
fueron
transformados en libros por la misma.
Repasando
solamente el índice de estos libros, sin entrar en detalle sobre los
contenidos, se puede notar que las referencias a la Historia de la
antigüedad grecorromana son muchas e importantes en el transcurso de
los mismos, lo que nos brinda indicios de que era un tipo de
contenido significativo en ese ámbito formativo político-partidario.
Pero
para observar cual fue el uso que se intentó darle y que
características tuvieron las mencionadas referencias a la Historia
Antigua, adentrémonos en los contenidos de las clases dictadas por
los dos líderes del peronismo en la Escuela Superior Peronista.
Basaremos el análisis en tres de los cursos, ya que son los que
condesan casi toda la información que nos interesa para el caso: el
de Filosofía Peronista y Conducción Política dictados por Juan
Domingo Perón, y el de Historia del Peronismo dictado por Eva Perón.
En
principio, de los cursos podemos decir que crean un imaginario,
intentan una reapropiación del pasado y en tanto discurso permiten
presentar la empresa del presente como una superación a todo lo
anterior, como una especie de teleología peronista que tiene su
estadio inicial en el mundo antiguo. Esto se puede ver en la
reconstrucción audaz que se realiza de la temporalidad que lleva
implícita un esquema de invalidación del pasado y que subraya todo
lo que fue necesario abolir –y superar-: la injusticia, la
opresión, la explotación, etc. (Berrotarán, 2008) para llegar a un
momento final de felicidad en la vida del pueblo: el Justicialismo.
Esto lo podemos ver claramente en el siguiente fragmento del curso de
Historia del Peronismo de Eva Perón:
El
Peronismo se precia de haber realizado (…) lo mejor de los sueños
de los hombres grandes y aun por qué no decirlo con toda franqueza y
sinceridad, el haberlos superado (…) No me interesa tampoco que
ustedes sepan mucho (…) sobre las luchas entre plebeyos y
patricios, o entre espartanos e ilotas; pero si me interesa que sepan
que ningún movimiento de masas o de pueblos es comparable con el que
realizó nuestro pueblo el 17 de Octubre de 1945. Para eso hemos
estudiado la historia universal (…) (Duarte de Perón, 2012).
Con
el mismo entendimiento teleológico que su esposa, en el curso de
Filosofía Peronista, Perón afirma: “He luchado por cumplir lo que
desde hace dos mil años ya está anunciado y practicado [las
enseñanzas de justicia social de Cristo], y que el mundo había
olvidado” (Perón, 2005).
Otra
característica que presentan estos cursos, es la intención de
filiar a la Doctrina Justicialista y a la figura de Juan Domingo
Perón, con la Historia universal y sus grandes personajes, haciendo
eje fundamentalmente en el período de la antigüedad clásica. Desde
allí elaboran una genealogía “heroica” que le brinda
legitimidad a la “revolución peronista”. Por ejemplo, en el
curso de filosofía peronista son visitadas las ideas de distintos
filósofos -los sofistas, Sócrates, Platón y Aristóteles- y
grandes políticos reformadores del mundo clásico -como Los Gracos,
Licurgo o el mismísimo Jesucristo-; todos vistos bajo el prisma del
peronismo. Indudablemente, tal como menciona Alberto Ciria (1983), la
vaguedad de sus citas es elocuente, aunque genera una épica para
quienes se sienten herederos de una tradición gloriosa.
Entendemos
que esta característica, responde principalmente a dos cuestiones:
Por un lado, en sintonía con la coyuntura geopolítica del momento,
la búsqueda de una tradición internacional. Aunque por esos años
se sigue reconociendo al peronismo como un fenómeno eminentemente
autóctono, empieza a deslizarse en algunos sectores del gobierno la
intención de mundializar el modelo de organización justicialista,
de exportarlo, como una opción -ni liberal, ni comunista- exitosa
para la resolución de los problemas del concierto internacional. Por
otro lado, referenciarse en la “lejana” Historia grecorromana,
era para el peronismo efectivo y poco riesgoso para sus objetivos, ya
que evitaba un desgastante debate historiográfico sobre el pasado
nacional entre liberales y revisionistas en el que no tenía
intenciones de inmiscuirse. La salomónica solución fue negar la
relevancia de toda la historia del país comprendida entre la
declaración de la independencia y el surgimiento del peronismo
(Plotkin, 2013), e ir en busca de ejemplos legitimadores de la
Doctrina Justicialista a otros momentos de la historia universal3.
Pero
observemos algunos fragmentos de los seminarios trabajados en los que
aparece de manera diáfana la mencionada pretensión filiatoria. Por
ejemplo, es ya celebre la referencia que realiza Perón en su Manual
de Conducción Política ligando a su movimiento -y a su persona- con
el mítico legislador espartano Licurgo:
Licurgo,
que en el arte de la política fue, sin duda, el más grande hombre
de la antigüedad, y podemos considerar que él fue el primer
justicialista del mundo (…) él quitó, por primera vez en la
historia, la tierra a los terratenientes, entregándola al pueblo,
dividiéndola en parcelas. Así practicó nuestro justicialismo de
novecientos a ochocientos años antes de Jesucristo (Perón, 1952).
O
con la prédica del cristianismo primitivo, al decir que ésta fue
“eminentemente popular y justiciera; de ahí que al Justicialismo
no pueda reconocérselo sino como un cristianismo adaptado a las
condiciones históricas de nuestros tiempos” (Perón, 2005)4.
También
los contenidos de las clases de Juan y Eva Perón en la Escuela
Superior Peronista, reivindicarán la naturaleza antioligárquica y
antiimperialista que el ideario peronista contiene desde sus inicios.
Se buscará en la Historia Antigua ejemplos que sustenten y legitimen
esa característica. Parte de esas inquietudes van a surgir de un
presente convulso, en el que el gobierno se encuentra entablando
disputas con sectores de poder de la oposición que cataloga de
“oligarcas” y los vincula a intereses foráneos; pero también,
son momentos en que aparecen pugnas y traiciones al interior del
propio movimiento peronista, que serán ocasionadas, según la óptica
de Eva Perón, por justicialistas corrompidos por el espíritu
oligarca. A este último respecto, parece referir el siguiente pasaje
del Manual de Conducción Política que tiene a la figura de
Alejandro Magno como protagonista:
(…)
pensaba yo que es, hasta cierto punto, tentadora la oligarquía (…)
Alejandro el Grande, que sin duda fue un rey descamisado, que al
salir de Macedonia regaló todos sus bienes conservando para él sólo
la esperanza, también cayó en manos del sentido y del sentimiento
oligárquico. Cuando se apoderó de Persia y entró en el palacio de
Darío, y vio su trono de oro, se dio vuelta y dijo a los generales
que lo acompañaban: "Esto sí que se llama ser rey". Claro
que él siempre había sido un rey descamisado (…) Alejandro,
después de estar entre los persas, se asimiló a ellos y cayó en
manos de la oligarquía otra vez. Le pasó lo (…) que no tiene que
suceder a nosotros. Los conductores han caído mucho en eso (Perón,
2005).
En
idéntico sentido que su esposo, y también parándose en la
antigüedad clásica, Eva Perón afirma en Historia del Peronismo:
Vamos
a demostrar el espíritu oligarca en la historia (…) creo
firmemente que la causa de todos los males de la historia de los
pueblos es, precisamente, el predominio del espíritu oligarca sobre
el predominio del espíritu del pueblo. ¿Cuál
es el espíritu oligarca? Para mí, es el afán de privilegio, es la
soberbia, es el orgullo, es la vanidad y es la ambición; es decir,
lo que hizo sufrir en Egipto a millares y millares de esclavos que
vivían y morían construyendo las pirámides; es el orgullo, la
soberbia y la vanidad de unos cuantos privilegiados que hacían
sufrir en Grecia y en Roma a los ilotas y a los esclavos; es el
espíritu de oligarca de unos pocos espartanos y aristócratas y de
unos pocos patricios que gobernaban a Esparta, a Atenas y a Roma
(Duarte de Perón, 2012).
Por
otro lado, para realizar su crítica al imperialismo desde una
perspectiva histórica, en el seminario de Filosofía Peronista
encontramos la utilización por parte de Perón de relatos sobre el
Imperio Romano. Por ejemplo, allí señala el General:
(…)
con la extensión del Imperio Romano y la ampliación del número de
esclavos, la democracia va perdiendo fuerza5.
En la época de César, es sustituida por el absolutismo del
emperador…Los pueblos conquistados gimen bajo el capricho de los
gobernadores, procónsules y de su sequito de aves de rapiña (Perón,
2005).
La
Tercera Posición, herramienta de equilibrio para el Peronismo y uno
de los conceptos sobre el cual gira toda su concepción ideológica,
no podía estar ausente en los cursos de la Escuela Superior
Peronista. A nivel social, para la Doctrina Justicialista, la
posición intermedia, el equilibrio, estaría dado por una comunión
de clases como producto de una sociedad donde haya menos ricos para
que haya menos pobres. Para avalar históricamente esta idea de
armonía social, en sus clases de Filosofía Peronista, Perón
recurre al ejemplo de uno de los filósofos más conspicuos de la
Grecia antigua: Aristóteles, que según sus palabras fue “el
filósofo de la democracia”. Dice el líder del Justicialismo:
[Para
Aristóteles] En su Estado ideal, la clase media, juega el rol
principal como mantenedora del orden social; por lo tanto, y para
evitar una revolución que acarrearía la anarquía y el caos social,
proponía tomar medidas, que condujeran al
aumento del número de hombres que llevaban una vida acomodada,
reduciendo las posibilidades de una profunda miseria frente a una
riqueza desmesurada (Perón, 2005).
En
la cita precedente, se puede vislumbrar perfectamente el carácter
reformista del peronismo, su idea de una justicia social arbitrada
por el Estado que brinde orden y evite un anatema para su concepción
de la sociedad: los desbordes de las masas. Para lograrlo, una de las
ideas fundamentales, introducida en la Constitución de 1949, fue la
de la función social de la propiedad, que llevada al mundo rural
significaba cumplir con la frase de Perón de que “la tierra debe
ser de quien la trabaja; no un bien de renta, sino un bien de
trabajo”. El sustrato histórico profundo que encontramos para
legitimar esta política justicialista, es la apelación en el
seminario de Filosofía Peronista al ejemplo de dos de los más
destacados líderes populares reformistas de la antigüedad clásica:
los hermanos Tiberio y Cayo Graco. Durante el desarrollo del relato
de los pormenores de la actuación política de los Gracos, Perón va
a agregar algunas frases muy sugestivas jugando con la relación
pasado-presente. Por ejemplo, señala el General:
[Nuestro
concepto fundamental de que] la tierra debe der de quien la trabaja
(…) responde a las más caras aspiraciones de los labradores,
aspiraciones por las cuales lucharon hasta la muerte dos ardientes
defensores de la causa popular, Tiberio y Cayo Graco. Hermanos de
sangre y de ideal, tuvieron un papel decisivo en la lucha entre
patricios y plebeyos, es decir, entre aristócratas y hombres de
pueblo (…) luchadores por la dignidad del hombre (…) El mayor de
los Gracos, Tiberio, poseía el sentimiento de compasión hacia el
oprimido, el débil y el pobre, en un grado jamás visto entre los
romanos. Había observado y sentido la miseria en que vivía el
pueblo, causada por los latifundios y pensó en una reforma agraria
que acabase con ese estado de cosas (Perón, 2005).
Perón
se sentía especialmente atraído e identificado con la historia de
los Gracos, y el siguiente fragmento final de su narración parece
confirmarlo: “los Gracos (…) fueron brutalmente asesinados
[acusados de] demagogos. Recordemos que en nuestro país la
oligarquía explotadora me calificó muchas veces de demagogo”
(Perón, 2005)6.
Platón
y Sócrates, a la par del mencionado Aristóteles entre los grandes
de la filosofía del mundo clásico, también serán analizados en
las clases de la Escuela Superior Peronista. Especialmente llamativo
es el tratamiento que se le dispensa a la figura de Platón, ya que a
pesar de que se le reconoce la introducción de la idea de justicia
como virtud fundamental del hombre en sociedad, se trasmite una
imagen mayormente negativa de este filósofo por intermedio de la
cual se introducen nociones importantes dentro del sistema de ideas
del peronismo. A través de la crítica a Platón, se refutará el
intelectualismo elitista, la idea de una sociedad rígidamente
dividida en clases sociales y la diferenciación entre trabajo
intelectual y manual. Pero citemos al propio Perón:
Platón
parte de una distinción rígida en clases sociales, mientras
nosotros afirmamos la existencia de una sola clase de hombres: la de
los que trabajan.
Por
otra parte, para Platón los trabajadores no pueden llegar al
gobierno; todo lo contrario sucede con el Peronismo que, como
movimiento auténticamente popular, lleva a los más importantes
cargos a hombres y mujeres humildes…
[Para
Platón] conocer y ser virtuoso es una misma cosa, por consiguiente,
el que no tiene conocimiento no tiene virtud.
Vemos
el alcance antipopular de esta concepción ética, recordando que
para Platón, el conocimiento estaba exclusivamente en manos de los
sabios, que constituían la clase dirigente. De modo que como los
trabajadores no tenían ninguna posibilidad de cultivarse eran
ignorantes y (…) no eran virtuosos.
(…)
esta concepción intelectualista es contraria a la experiencia, pues
vemos diariamente hombres sabios que son amorales y, por el
contrario, hombres ignorantes (…) dueños de una elevada moral
(Perón, 2005).
Desde
el lugar que las realiza Perón, las discrepancias con las ideas de
Platón son originales y van a contramano de una tradición muy
extendida que valoraba positivamente el ideario de este último,
especialmente para reprobar a través del mismo a la democracia como
sistema político y al pueblo como sujeto social de importancia. En
este sentido, todo lo que Perón le critica a la filosofía
platónica, es justamente lo que resaltaron como rasgo positivo el
liberalismo conservador y el fascismo. Estas diferencias, nos
permiten reforzar una idea que planteamos al principio del presente
escrito: la de la tercera posición historiográfica del Peronismo,
que desde un lugar propio se mantiene equidistante de los análisis y
usos historiográficos del fascismo, el liberalismo, -y también del
comunismo-.
Aunque
se puede notar una impronta personalista con interés en los exempla
de
los grandes personajes para poder entronizar a la figura de Perón,
rasgo similar a las interpretaciones de la historia más
conservadoras; en lo referido a la Historia Antigua, observamos que
la tercera posición historiográfica peronista se diferencia de
éstas en otros varios aspectos importantes: la importancia del
pueblo como sujeto social con reivindicaciones propias que
coparticipa –junto al líder- en los grandes procesos históricos,
jamás invisibiliza a los sectores subalternos, fundamentalmente a
los trabajadores explotados (campesinos, esclavos, etc.), lo que le
brinda un carácter progresista y democrático; y como marcamos en
citas anteriores, denuncia a las oligarquías y los males del
imperialismo.
Para
cerrar el análisis, vale la pena destacar una última cuestión
referida a los usos de la Historia perpetrados por el Peronismo. No
hace falta una mirada muy aguda, ni ser un especialista versado en
los estudios del mundo clásico; para darse cuenta de la falta rigor
histórico y apoyatura documental de las clases brindadas en la
Escuela Superior Peronista. A pesar de las muchas críticas sesudas
de algunos estudiosos sobre el tema, como si hubieran descubierto un
plan velado e intricando de transmisión doctrinaria; esto tiene una
explicación simple, reconocida directamente y a viva voz por Perón
y su esposa: al peronismo no le interesó la Historia en sí misma,
ni mucho menos sus debates; sino la construcción de poder a través
de la lucha política. En este sentido, encontramos fragmentos del
curso de Historia del Peronismo de una claridad meridiana, donde es
objetivada sin rodeos la función básica que tiene la Historia para
el Peronismo. Allí se afirma por ejemplo:
Los
críticos de la historia dicen que no se puede escribir la historia
ni hablar de ella, si se lo hace con fanatismo, y que nadie puede ser
historiador si se deja dominar por la pasión fervorosa de una causa
determinada. Por eso yo me excluyo de antemano. Yo no quiero, en
realidad, hacer historia, aunque la materia se llame así. Yo no
podría renegar jamás de mi fanatismo apasionado por la causa de
Perón. Yo solamente quiero hacer lo que dije aquí el día que
inauguramos esta Escuela: que aprendamos, si es posible, a querer aún
más al general Perón. Eso es lo que voy a hacer y lo confieso
honradamente pensando en Perón, en su doctrina y en el movimiento
(…) No he leído la historia para explicarla, ni para dar clases o
divertirme, sino para aprender en ella a querer y a sentir todavía
más esta breve pero extraordinaria historia de Perón y de su pueblo
(Duarte de Perón, 2012).
Reflexiones
finales
A
partir del descubrimiento de una importante cantidad de alusiones en
tres de los cursos más importantes que Juan y Eva Perón dictaran en
la Escuela Superior Peronista, principal órgano de transmisión
doctrinaria; mostramos que la Historia Antigua tuvo protagonismo como
campo socialmente significativo para el proyecto socio-cultural
Justicialista. Al igual que otros movimientos de tinte nacionalista,
a través de evocaciones al mundo clásico, el peronismo encontró,
lo que los latinos antiguos llamaban exempla,
es
decir, ejemplos a imitar. Pero no solo eso, también allí descubrió
una vía de conexión con la tradición cultural occidental en busca
de la mundialización de su proyecto político, y un efectivo modo de
evitar involucrarse con la Historia Argentina, demasiado inmersa en
disputas políticas e historiográficas para un Perón que en esa
coyuntura buscaba justamente lo contrario: un unanimismo simbólico
que le permitiera reducir y ordenar los imaginarios múltiples de la
sociedad argentina.
En
segundo lugar, se encuentra el significativo dato de que la Historia
Antigua que descubrimos reflejada en las fuentes examinadas, es una
Historia Antigua peronizada; es decir, que lejos de ser copia de
alguna tradición ya instalada, tiene un carácter absolutamente
original desde su perspectiva y su sesgo genuinamente Justicialista.
A partir de este proceso, resultó sencilla la operación filiatoria
de ir al pasado grecorromano en búsqueda de antecedentes de las
principales ideas de la Doctrina Justicialista, entre ellas: justicia
social, tercera posición, antiimperialismo, naturaleza
antioligárquica, etc.
Pero
el artilugio no estaba completo, se necesitaba una teleología, un
punto de llegada donde la historia se congele en un destino final de
felicidad para los pueblos: esa meta era la sociedad Justicialista,
“(…) arma de lucha contra la injusticia de que han sido víctimas
los hombres y los pueblos, a través de milenios” (Perón, 2005).
Referencias
bibliográficas
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adoctrinamiento” a “instancia procesadora de demandas”, Anuario
de Historia de la Educación de la Sociedad Argentina de Historia de
la Educación, San
Juan: Universidad Nacional de San Juan, pp. 163-184.
1
La idea de “Doctrina” no significaba para Perón un sinónimo de
ideología –tal como la entiende Mannheim-, sino que estaba
asociada con el concepto militar de la palabra, como conocimiento
general para la acción (guía para la acción) que se inculca a
hombres que deben actuar sobre una realidad determinada, cuyos
contenidos deben extraerse de la historia y la experiencia (Camusso
y Santiago, 2008). En palabras de Perón: “La doctrina es el
sentido y sentimiento colectivo que ha de inculcarse en el pueblo
mediante la cual se llega a la unidad de acción en las
realizaciones y soluciones” (citado por Plotkin, 2013: 54).
2
Una referencia obligada sobre el tema son los importantes trabajos
surgidos en España a partir de los años 80´ que analizan,
fundamentalmente, el uso de la historia antigua por parte del
régimen franquista. Han iniciado una verdadera tradición
especialistas como Francisco Pina Polo, Antonio Duplá, Francisco
Marco Simón y Fernando Wulff.
3
Un dato que para algunos autores grafica que en los hechos el
peronismo adhería a la versión liberal tradicional del pasado
nacional; es que los ferrocarriles nacionalizados recibieron los
nombres de Urquiza, Roca, Mitre y Belgrano, todos personajes del
panteón historiográfico liberal.
4
Vale la pena destacar la significación especial que tienen las
alusiones al cristianismo primitivo, ya que responden también a las
intenciones del gobierno de elaborar una religión política que le
dispute el poder simbólico a la Iglesia. Por otro lado, comparar el
martirio de Cristo con el de Eva Perón, fue una eficaz estrategia
de apoteosis de ésta última a los ojos del pueblo.
5
Aquí hay una grave inexactitud histórica. La gran mayoría de los
especialistas sostienen que la República Romana no fue un régimen
democrático, sino una República aristocrática con fuertes
tendencias oligárquicas.
6
No es un dato menor que estos señalamientos sobre grandes
personajes históricos asesinados, se haga poco tiempo después del
fallido intento de golpe de Estado y asesinato del presidente Perón
en septiembre de 1951.
Juan Pablo Castagno
Juan Pablo Castagno
Universidad
Nacional de Rosario
Facultad
de Humanidades y Artes
Escuela
de Historia juampicastagno82@hotmail.com
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