La colonización francesa del África subsahariana y el estigma del negro, por Samir Nasif


Siguiendo a Samir Amin, el contraste centro/periferias es inherente a la expansión mundial del capitalismo en todas las etapas de su despliegue, incluso desde sus orígenes. Este proceso ha tomado diversas y sucesivas formas en estrecha relación con las características específicas de las distintas fases de acumulación capitalista1. Desde el siglo XVI el continente africano es saqueado, explotado y sus habitantes diezmados por los países centrales, económicamente hablando, de Europa. La trata negrera que precede al periodo colonial conoció formas extremas de humillación y tortura hacia la población negra del África. El desarrollo de la ciencia y de la técnica (planisferios, mapas, brújulas, nuevas embarcaciones, imprenta, armas de fuego, etc.) han permitido a los europeos avanzar territorialmente en la empresa colonialista2. Los negros del continente africano contribuyeron decisivamente en el despegue y el avance de la revolución industrial europea y americana. Teniendo en cuenta estos privilegios económicos de los que se beneficiaban solamente las potencias europeas entendemos que era sumamente necesario justificar y legitimar estas prerrogativas de lucro. De este modo, el negro africano ha sido considerado un animal, se le ha negado su humanidad, se los ha tomado como una raza inferior, una especie carente e incapaz y, en el mejor de los casos, visto como un niño necesitado de tutela y guía, como una suerte de “racismo caritativo” que los considera apegados a las emociones y lejos de la razón. Estos estereotipos se vehiculizaron en el imaginario europeo a través de diversos mecanismos, por ejemplo, la prensa y la ‘ciencia’. Ambos fueron y son medios propagandísticos y legitimadores, forjadores de ideologia que dan al eurocentrismo su sostén teórico. Para ilustrar estas consideraciones tomaremos fuentes inherentes al colonialismo Francés de fines del siglo XIX, tratando de demostrar como la negritud fue y es una construcción europea estrechamente ligada a una racionalidad económica propia del capitalismo.
Hacia finales del siglo XIX, las potencias europeas perseguían un fin económico común. En su rol de centros del sistema capitalista debían combinar esfuerzos en encontrar las “condiciones más favorables al desarrollo del comercio y de la civilización en determinadas regiones de África3, es decir, convertir al continente en periferia, pasando del saqueo y exterminio descomunal de la trata negrera en donde África era “periferia de la periferia americana”, al saqueo y exterminio descomunal bajo control político y económico directo. Para legitimar moralmente estas intenciones puramente económicas del colonialismo se le agregaba en cada discurso la honorable “carga del hombre blanco”: la misión de “aumentar el bienestar moral y material de las poblaciones indígenas4. Se podría decir entonces que la colonización de fines del siglo XIX y principios del XX siguió la línea de la trata negrera que le precedió pero bajo nuevas fachadas, manteniendo y prolongando la explotación desequilibrada y devastadora y, a su vez, destruyendo las estructuras endógenas de los pueblos africanos, condenándolos a vivir en un estado calamitoso de sufrimientos innumerables.
Los franceses, que ya contaban con presencia en Saint Louis y Gorée en Senegal antes de 1850, se abocaron en la empresa colonialista bajo el liderazgo del ministro Jules Ferry5. En uno de sus discursos expresa con claridad los intereses que impulsaban a Francia a establecer asientos coloniales. Según el ministro francés se puede relacionar la expansión colonial con tres ideas fundamentales: económicas, de civilización y de orden político
La primera […] ofrece un asilo y trabajo al excesivo crecimiento de la población de los países pobres. […] las colonias son para los países ricos una inversión de capitales de lo más ventajosa […] la fundación de una colonia es así la creación de un mercado. (Ferry, 1885)
Como alegato a este motivo económico de la colonización proclamaba Ferry que
las razas superiores tienen derecho con respecto a las razas inferiores porque existe un deber para con ellas. Las razas superiores tienen el deber de civilizar a las razas inferiores. (Ferry, 1885)
Francia, como potencia y centro capitalista, “no podía prescindir de puertos sólidos, libre navegación y aprovisionamiento”6 de materias primas y mano de obra al menor costo posible. Esta expansión colonial y capitalista se fundaba en la desposesión de la periferia y las mayores víctimas, por supuesto, eran los habitantes de esa periferia. Esta acumulación en el centro y la sobreexplotación de la periferia y sus habitantes fortalecieron enormemente los poderes del Estado Moderno.
El correlato de este proceso no podría ser otro que la degeneración de un grupo humano por otro grupo humano. Los teóricos franceses de la época hablaban de l’Autre refiriéndose a una entidad diferenciada del hombre blanco europeo. Cuando mencionábamos que la negritud del africano es una construcción histórica nos apoyábamos en cómo se refieren los franceses a los negros del África durante el periodo abordado: mientras que el color negro en francés es noir, los habitantes del áfrica negra eran nombrados bajo el término nègre, el cual carga una visión peyorativa y de contenido racista con raíces en los tiempos de la trata negrera en donde los nativos africanos eran asimilados a cualquier tipo de ganado u objeto intercambiable. Ya que el colonizado es esencial para dar continuidad al sistema económico capitalista, el colonizador europeo no cesará de destacar sus virtudes occidentales en oposición a la inferioridad y barbarie negra. Así, el racismo colonial es inseparable del propio sistema, inmerso en las más mínimas conductas y en la cotidianeidad, incorporado en la infancia tanto del blanco como del negro, se encarga de reproducir los estereotipos más absurdos que tienden a rebajar al colonizado, inferiorizarlo, explicar su miseria y, sobre todo, marcando cultural y socialmente su carácter inmutable: el negro es por naturaleza inferior al blanco. Frente a esta aberración, el blanco se absuelve creyendo en su misión civilizadora y paternalista. Objetivando e inferiorizando a ese “Otro” no se hace más que justificar la explotación y lograr el anhelo capitalista de abaratar enormemente la fuerza de trabajo (o si se quiere, esclavizándola). La ciencia y la prensa son dos de los principales vehículos de construcción de una ideologia que permita legitimar el accionar político, militar y económico de Francia, y de las demás potencias, sobre África y sus pueblos.
Durante todo el periodo colonial, el término "Presse coloniale" abarcaba un conjunto de publicaciones, fácilmente identificables, que incluían tanto trabajos publicados en las colonias, como desde los órganos de la metrópoli que estaban interesados en las cuestiones coloniales. Este fenómeno escrito y pictórico que forja la colonización incluye periódicos, grabados, fotografías e incluso investigaciones catalogadas en ese momento como “científicas”, que garantizan la promoción y el desarrollo de las colonias. A continuación citaremos algunos ejemplos para entender de qué se trata cuando hablamos de “Prensa Colonial”, y porqué la relacionamos directamente con la explotación económica descarada de las colonias francesas en el África Subsahariana.
El doctor Léo Testut (1849-1925) publicó en el año 1884 una monografía bajo el título “Disección de una joven negra de origen senegalés” para la Universidad de Burdeos. Allí, el científico utiliza el método comparativo para analizar el cuerpo de la joven africana… Lo escalofriante, a nuestros ojos, es que utiliza el método para compararla con los simios:
Tuve la ocasión de disecar desde, ya sea el Laboratorio de nuestra Facultad o sea en el Laboratorio Antropológico del Museo de Historia Natural de Paris, varios ejemplares negros, y de recoger sobre ellos múltiples observaciones que me propuse dar a conocer en una serie de monografías o artículos.
Describo aquí las disposiciones particulares que me ofrecen el sistema muscular de una joven negra, originaria de Senegal. Era una joven de quince años que presentaba todos los atributos exteriores propios de la raza negra. […]
ANOMALIAS DEL TRONCO, DEL CUELLO Y DE LA NARIZ:
El lado anterior al tórax, el “gran pectoral”, análogo al gran pectoral de algunos carnívoros y de ciertos monos […]
ANOMALIAS DE LOS MIEMBROS SUPERIORES:
Los músculos del hombro y de los brazos son enteramente normales. El ancho dorsal no está unido a la extensa porción de los tríceps por el tracto aponeurótico; no encontré ningún vestigio carnal del dorso-épitrochléen de los monos. […]
El extensor corto del pulgar del costado derecho se inserta sobre la extremidad superior de la primera falange del pulgar, en donde nace un prolongamiento que se inserta sobre la segunda. El aductor largo del pulgar es doble en ambos costados: uno de ellos se inserta, como es habitual, sobre la extremidad posterior del primer metacarpo y el otro sobre el trapecio. Estos dos músculos son confundidos en su origen en el antebrazo del costado derecho; a la izquierda, ellos son completamente distintos. Existe un real musculo supernumerario cúbito-trapézien. Es sabido que este musculo existe normalmente en un gran número de monos y notablemente en los gorilas. (Testut, 1884, la traducción es nuestra.)
Hoy en día, nos sorprende ver en trabajos considerados científicos esta suerte de analogía que borra la humanidad de los negros del África, sin embargo, a fines del siglo XIX y principios del XX, estaba legitimado científicamente considerarlos parte de la naturaleza, pertenecientes al reino animal, próximos a los simios y objetos de estudio exhibidos sin pudor en Museos y Zoológicos. Un ejemplo de esto son las recreaciones de “aldeas negras” llevadas a cabo en las Exposiciones Universales y Coloniales de Marsella (1906 y 1922) y París (1878, 1889, 1907 y 1931). 
 
 
Las imágenes 1 y 2 corresponden al Plano de la Exposición Universal de 1907, en el que se destaca y se amplía el lugar destinado a la recreación de las colonias europeas: de un lado (de color rojo) las colonias extranjeras, y el otro (de color marrón) las francesas en donde convivían en exhibición hasta 400 personas. Los visitantes acudían movidos por la curiosidad del exotismo a este verdadero “zoológico humano7.
La fotografía (3) ilustra una de las tantas recreaciones de aldeas antes mencionadas. Pertenece a una sección de la revista Togo-Cameroun: magazine mensuel / présenté par l'Agence économique des territoires africains sous mandat. El pabellón Togo-Camerún (en la imagen), al igual que las demás representaciones de la Exposición, pretendía dar una sensación “realista” de los modos de vida de los pueblos sometidos en África8. El mismo número de la revista explicaba los “grandes beneficios” que reciben Togo y Camerún por estar bajo protectorado francés:
[Camerún] en este país en donde hemos hecho una “casa ordenada”, […] hemos asumido la carga de aclimatar conceptos y hábitos nacidos de una evolución secular. Nuestra gran virtud es la paciencia. Hemos ayudado al indígena a comer ante la situación de hambre, despertamos en él nuevas necesidades y razones de vivir, trabajamos en su conservación, salud y fuerza. Les despojamos la carga de los temores, los elevamos, poco a poco, a la noción de dignidad humana, abrigada al calor de la llama de un cuerpo sano, desarrollado naturalmente en un enriquecido medio.
En la evocación a Togo y Camerún en la representación de Bois de Vincennes perteneciente a la Exposición Universal de 1929, donde los árboles y las perspectivas son fiables, se evita todo tipo de exageración. […]. La representación de los medios de transporte, por ejemplo, debe mostrar el color original para mayor atracción, atención y orientación del visitante. Por lo que es interesante el uso de piraguas en las aldeas costeras recreadas, como la de Camerún, y desde ya, decoradas con colores pintorescos. La colaboración de los indígenas será apreciada por los visitadores que frecuenten la Exposición9.
La propaganda colonial estaba abocada en impulsar el desarrollo industrial y comercial de las colonias como parte constitutiva de la economía francesa. Según la revista citada anteriormente la propaganda debía ser
constante y adaptada a los diversos ambientes en los que se conviene tocar, también debe ser multiforme y lujosa. El hombre de la calle vive en una perezosa y descuidada ignorancia sobre estas grandes realidades nacionales. Somos como una mujer anciana que sería propietaria de una inmensa casa y se repliega a vivir en la pieza principal pese a que los viajeros sin techo golpeen a la puerta10
Es necesario hacer comprender a la población que poco a poco, irresistiblemente, la economía nacional debe ser complementada con la economía colonial y, sin caer en los excesos del Pacto Colonial, lo normal es que los mercados de ultramar sean principalmente nutridos por la metrópoli para que sean eficaces.
La prensa, al igual que la ciencia, era un importante impulso de la mentalidad colonizadora. 
 
Estas portadas (imagen 4) de la revista La Presse Coloniale Illustrée, del director G. Boussentot, correspondiente al periodo de 1924 a 1929, editada en París, son un buen testimonio de la importancia económica del desarrollo de las colonias, apreciado también en los títulos de estas ediciones exaltando las ventajas del aprovechamiento de las colonias: “Los grandes trabajos en Costa de Marfil”, “Cómo se construyó el Congo” y “Las riquezas en materias grasas de Costa de Marfil”. Si se observan las publicidades al interior de la revista este detalle se hace evidente: Bancos (tanto en África como en Francia), barcos cargueros o comerciales, empresas de buques, etc; que se beneficiaban directamente de la apertura de puertos y enclaves comerciales en las colonias africanas. Allí, la disposición de mano de obra accesible y barata hacia impensable el fracaso económico. El francés industrial o comerciante colonizador era llamado por la prensa colonial a explotar las virtudes de las colonias y, por supuesto, culturalmente se estaban reproduciendo las desigualdades y el racismo que tenían su origen en esta racionalidad económica.
La imagen 5 corresponde a las publicidades de la revista antes mencionada, evidenciando el hecho de que la propaganda colonial era financiada por entidades que sacaban su provecho de ello.
El “Otro”, antitético al europeo bajo cualquier punto de vista, estaba en un estadio primitivo, brutal, salvaje, bárbaro, del cual no sabrían salir por su propia voluntad, debido a su pereza o incapacidad. Esta visión estereotipada del negro africano sería funcional a los intereses colonialistas: el europeo debía ser quien guie al negro inepto, incapaz y carente para sacarlo de la barbarie y el primitivismo. Bajo esta lógica, es el evolucionismo positivista la teoría que acompaña la práctica del dominio blanco.
En la portada del periódico Le Petit Journal Illustré del 19 de noviembre de 1911 se observa la imagen de una mujer blanca de dimensiones exageradas, con negros africanos de la mitad de su tamaño, arrodillados a sus pies. La mujer trae armadura de oro, y los colores republicanos franceses, en tanto que a los africanos se los muestra sumidos en su tosquedad y admirados ante el brillo de la “civilización”. Atrás de la mujer se puede observar la silueta de un ejército que la acompaña. El epígrafe lo dice todo: “Francia podrá llevar libremente la civilización, la riqueza y la paz a Marruecos”. Cabe mencionar que el periódico se lanza luego del Convenio Franco-alemán sobre Marruecos, del 9 de noviembre del mismo año, en el cual Francia acepta la necesaria obra de pacificación y Progreso sobre Marruecos, garantizando la explotación mineral del hierro y la libertad de comercio desde el Mediterráneo. Si bien Marruecos no conforma el África Subsahariana es ilustrativo el hecho de que la prensa se encargaba de reproducir estereotipos homogeneizadores sobre los nativos africanos.
En cualquier café parisino de la época se podía leer, escuchar o simplemente observar la imagen impotente de esta portada, contribuyendo en gran medida a la continuidad de la imagen de los colonizados y su humillación y violencia generalizada. En la primer página del número citado se detalla con precisión que
[…] la actividad francesa va a desarrollar su comercio junto con la modernización de sus habitantes en cuanto a la agricultura y a la industria, dando valor a las numerosas minas de hierro que contiene el subsuelo marroquí. Se puede esperar entonces que este país, en donde sus riquezas estaban muy poco explotadas, se abra por fin a la civilización y se desarrolle en paz bajo la égida de Francia, y así podrá convertirse en una segunda Argelia11.
A escala mundial y visto por los países centrales del sistema este proceso no era más que un deber moral, pero claramente estaba guiado por una racionalidad económica que le otorga sentido a cada acción, por más ínfima que sea. El Estado Moderno se encargó de naturalizar las identidades políticas forjadas en el periodo colonial, en donde los nativos se asimilan a la caracterización de raza inferior, y que se tendía a dividir la sociedad colonial entre una minoría extranjera que afirmaba ser civilizada y una mayoría nativa estigmatizada como salvaje, atrasada y primitiva. La violencia es constitutiva de este mismo proceso y clave en la dominación colonial, practicada cotidianamente y constituyente del poder político, económico y cultural del colonizador sobre el colonizado, los Estados Modernos impulsan la violencia colonial destruyendo los estilos de vida nativos y su integridad social y cultural. Pasan a ser los “Otros”, recordados en el imaginario europeo por estereotipos afianzados en imágenes y discursos crueles, hostiles, despectivos y fácilmente reconocibles debido a la homogeneidad de sus representaciones y a su excesiva circulación propagandística. Estos rasgos se repiten en grabados e incluso fotografías. Esta percepción estereotipada de la cultura negra por los franceses es constante en todo tipo de imágenes documentales de la época. 
 
En este grabado se destaca un estigma volcado hacia todos los pueblos negros del África: la antropofagia. Pertenece a la serie llustrations de Abrégé de l'histoire générale des voyages (1780-1801) de Jean-François de La Harpe12. La concepción europea del continente africano no dista demasiado de cómo era percibido el Oriente. La visión era homogénea y peyorativa y nuevamente la ciencia nos brinda un importante testimonio al respecto. La “Revista del Oriente” editada en 1843 por la Sociedad de Estudios Orientales de París ofrece una categorización sobre qué es Oriente. Podremos ver que en él se incluye al continente africano bajo las mismas características:
El Oriente, para nosotros, no se encuentra circunscripto a un límite real. […] todo esto vive, o coloca sus esperanzas, en lo que se conoce actualmente como “el comercio de Oriente”; Argelia, que para Francia tiene un interés particular; Egipto, que tiene verdaderamente importancia en lo oriental; Rusia meridional de Europa, que domina la cuenca del mar Negro y del mar Azoff; Asia, toda y entera, de norte a sur, desde el mar Glacial al mar Indico, del Mediterráneo al Japón y sus archipiélagos; Arabia y el mar Rojo, que tomó especial importancia desde que es surcado por barcos a vapor; la cuenca del Golfo Pérsico, donde desemboca el Éufrates y otra ruta de la India; África Oriental, Central y Meridional, desde el Cabo de Buena Esperanza hasta el Cabo Gardafui, desde el estrecho de Bab-El-Mandeb hasta puerto de Suez; las islas de Madagascar, de Borbón, y la isla de Mauricio que podríamos llamar “la isla de Francia”; Oceanía, enteramente […]” (Hugo, A. 1843, traducción y subrayado nuestro).
Prácticamente el Oriente al que se refieren es “todo lo demás”, todo lo no-europeo (exceptuando el continente americano), para quienes el blanco europeo y occidental no es más que el amo esperado. Continúa el autor glorificando la colonización:
El Oriente es un mundo antiguo, el antepasado de nuestra civilización, en el cual esa vieja civilización que se apagó necesita ser reanimada, donde los pueblos se han agotado y necesitan ser regenerados […] en donde viven pueblos jóvenes, en los cuales es necesario encender su inteligencia, crear la industria y formar a los creyentes: por lo que se necesita, en estas tribus bárbaras, ablandar y dominar la ferocidad; tratándose de naciones miserables es necesario hacerlos felices al tiempo que se provee de bienestar material y desarrollo moral, para la satisfacción de las necesidades humanas, del goce del espíritu, para la conciencia de la dignidad humana, para la obediencia de las leyes del bien y del mal, y agradecidos con el poder eterno, que sostienen en sus manos con la prosperidad de los imperios y de la felicidad de los individuos. Es una tarea grande y generosa para llevar a cabo. Sienten la necesidad de amoldarse al espíritu europeo, tratar de hacerles aceptar, si no influir, al menos la amistad francesa” (Hugo, A. 1843, traducción y subrayado nuestro).
Para concluir, se puede afirmar que el negro colonizado de fines del siglo XIX y principios del XX estaba marcado por la deshumanización, estigma penoso difundido desde los centros de la economía capitalista y desde los asientos coloniales con administración europea. El blanco europeo occidental ha construido al negro al mismo tiempo que se construía a sí mismo como grupo humano distinto a ese Otro colonizado. Estas construcciones son inseparables de toda manifestación humana: lenguaje, trabajos, socialización, conciencia, ciencia, etc; en vistas de legitimar y dar continuidad a un sistema económico capitalista que, lejos de reconocer los derechos de los habitantes de la periferia, reviste nuevos modos de explotación, humillación y discriminación ante la coyuntura cambiante en el modo de acumulación del capital. Hoy en día son las empresas multinacionales las que se encargan de ello y son nuevos vehículos culturales los que se encargan de perpetuar la superioridad del blanco sobre el negro en el imaginario y en la realidad, olvidando que ambas son construcciones decimonónicas destinadas a legitimar el sistema económico. En este entramado de violencias y estereotipos el europeo blanco es el privilegiado, en detrimento del negro oprimido, explotado y devaluado cultural, social, política y económicamente hablando.
 

Bibliografía:

  • BOU, Luis César: África y la historia. CEUR, Rosario, 2010.
  • FANON, Frantz: Piel negra, máscaras blancas. Ed. Akal, Madrid, 2009.
  • KI-ZERBO, Joseph: De Vasco da Gama al 2000. Historia de una relación desigual entre Europa y África. (Trad. Luis César Bou) En GNISCI, Armando: ‘Poetiche africane’. Mentelmi, Roma, 2002.
  • LAO-MONTES, Agustín: Fanon y el socialismo del siglo XXI. Los condenados de la tierra y la nueva política de des/colonialidad y liberación. En Revista La Jiribilla, La Habana, 2011. (Ver: http://www.lajiribilla.cu/2011).
  • MAMDANI, Mahmood: Darle sentido histórico a la violencia política en el África poscolonial. En Lecturas: Publicación digital para fines educativos, Año XI, Nº 9; Escuela de Historia. FHyA, UNR, 2014. Director: Luis César Bou.
  • MEMMI, Albert: Retrato del colonizado. Ed. De la Flor, Buenos Aires, 1969.
  • SAID, Edward: Orientalismo. Ed. Libertarias, Madrid, 1990.
Fuentes:


















1 AMIN, Samir: Introducción. Frantz Fanon en África y Asia. En Frantz Fanon, Piel negra, máscaras blancas. Pp. 7. Ed. Akal, Madrid, 2009.
2 KI-ZERBO, Joseph: De Vasco da Gama al 2000. Historia de una relación desigual entre Europa y África. Pp. 23. (Trad. Luis César Bou) En GNISCI, Armando: ‘Poetiche africane’. Mentelmi, Roma, 2002.
3 Acta General de la Conferencia de Berlín, 26 de febrero de 1885. (Ver: https://hmcontemporaneo.wordpress.com/category/05-colonialismo-e-imperialismo-1870-1914/)
4 Ídem.
5 Ejerció como Primer Ministro en el periodo 1879-1885.
6 FERRY, Jules: Les fondements de la politique coloniale (1885), la traducción es nuestra.
7 El autor del plano fue Jules-André Arthur Hansen (1849-1913), disponible en http://catalogue.bnf.fr/ark:/12148/cb40725547b
8 Disponible en http://www.expositions-universelles.fr/1931-exposition-coloniale-togo-cameroun.html
9 BONAMY, André (Comisario de los territorios africanos bajo mandato francés en la Exposición Universal de Paris), Togo-Cameroun: magazine mensual, Paris, 1929, la traducción es nuestra.
10 Ídem.
11 Le Petit journal. Supplément du dimanche, Paris, 1911, la traducción es nuestra. (Disponible en: http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k7169830.item).
12 Bibliothèque nationale de France. Disponible en: http://catalogue.bnf.fr/ark:/12148/cb384608207

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