lunes, 12 de septiembre de 2011

León Rozitchner, la filosofía como lucha y confrontación, por Néstor Kohan


Lo extrañaremos. León Rozitchner (1924-2011) acaba de fallecer. La muerte, hecho vital que en su presencia desnuda se torna irreversible, de ninguna manera nos debe condenar al silencio. Al contrario. Combatirla (al menos para quienes no creemos en un “más allá”) implica mantener viva la memoria, los afectos, los recuerdos. Y, en la medida en que se puede, socializarlos y compartirlos en comunidad.
Lo confieso. Me fastidia profundamente escribir estas líneas. Las escribo desde el enojo y la incomodidad. Y me molesta profundamente tener que ir escribiendo ante las muertes sucesivas de José Luis Mangieri, de David Viñas y de otros compañeros que hemos querido y de los cuales hemos aprendido mucho a lo largo de años. Pero siento que ellos se merecen que los recuerdos no queden en la intimidad ni prisioneros de las conversaciones privadas. También siento que todos ellos, y León como uno de los más destacados y brillantes, no se merecen morir atrapados en las telarañas pegajosas del progresismo políticamente correcto que los va recolectando y enhebrando en un collar, uno a uno y con paciencia, como si fueran “trofeos”, intentando fagocitarlos. Neutralizarlos. Deglutirlos. Degradarlos. Edulcorarlos. Aplaudirlos y homenajearlos, quitándoles su sentido revulsivo, disminuyendo al máximo de lo posible la polémica y la incomodidad que siempre generaron en vida. Finalmente, incorporarlos a la sociedad oficial. Una manera sutil y paradójica de nombrarlos para callarlos. Iluminarlos con una luz tenue para que terminen opacados y desdibujados, fuera de foco. Darles el micrófono, quizás por última vez, para que su música suene suavecita y con sordina, ya sin molestar a nadie. Sin joder.
¡A ellos! ¡A Viñas! ¡A Mangieri! ¡Ahora a Rozitchner! Intelectuales  rebeldes e iconoclastas que toda su vida sacaron los pies del plato, patearon el tablero y el panal de abejas. Que toda la vida marcharon a contramano, remando para el lado opuesto de lo que se considera “normal” y esperable. A ellos, que vieron a sus amigos desaparecer y morir destripados en la tortura (en el caso de Viñas incluso a parte de su propia familia). ¡A ellos! Exiliados. Desperdigados por el mundo. Luego olvidados. Más tarde regresados como parias —con la retirada ordenada de los militares tras la derrota en Malvinas—, a un país donde permanecieron marginales, excluidos sistemáticamente por los circuitos mediocres que han dirigido la Academia argentina hasta hoy, apenas tolerados por una cultura política seudo pluralista que nunca terminó de tragarlos. Y ahora que se mueren…, el aplauso fácil. El guiño fuera de tiempo. La infaltable corona de flores. El ingreso al panteón pomposo de muertos sagrados, prestigiosos y bienpensantes. ¡No! ¡Por favor, no con León Rozitchner! León se merece algo distinto.

Sobre el concepto y modos de representar problemas de salud, por Mario A. Chavero

Sobre el concepto y modos de representar problemas de salud   [1]                                                                           ...